Sin embargo, la cultura puede ser utilizada para unir, pero también para dividir. En la última década se ha utilizado también para crear barreras insalvables cuando no se razona en torno a una creencia, cuando se clava como dogma para exigir que todos los demás se ciñan a ella. Es lo que practican los fundamentalistas, como los islamistas, incapaces de negociar y capaces de destruir con tal de imponer su dogma. El resultado es siempre el mismo: el conflicto y el ansia de destruir a quien piensa de diferente forma. En México, a lo largo del siglo XX se fortaleció una cultura de libertad que permitió la convivencia de ideologías y doctrinas de gran diversidad. Hoy amenaza esa cultura el regreso, en gran medida soterrado, de acciones para imponer un orden ultraconservador que, además, es ya imposible en la etapa de evolución actual del mundo. Por añadidura, esas acciones acaban por infringir la propia moral que quieren imponer y que terminan por abrir resquebrajaduras morales que se han profundizado en México en los últimos años.
En México en el momento actual, después de un clamor ingenuo en el sentido de que todo se reinventaría, no se ha hecho más que seguir con lo mismo, ahora disminuido, banalizando la memoria colectiva sobre el pasado y negando los logros culturales realizados a lo largo del siglo XX. Al contrario, haber seguido el paso adelantado de México en la cultura habría requerido centrar la atención en la libertad cultural, en fortalecer la fuerte adhesión de los mexicanos a aquello que consideran valioso en sus culturas y que quieran rehacer y proyectar, lo que implica haber valorado sus códigos de respeto profundo por lo propio, por sus formas de relacionarse y por su patrimonio cultural. Pero, sobre todo, haber impulsado políticas para hacer que el mercado asegurara las condiciones de vida y de despliegue de sus habilidades para conservar esa intensa producción imaginativa que creaba empleos y pequeñas empresas, nutría un imaginario colectivo y tejía una gran capacidad de convivencia. Ello sólo se podría lograr situando a México otra vez en los movimientos internacionales que mueven el mundo de la cultura.